Por: Iraida Villasmil
Ayer después de volver a oír la voz de mi hermano Luis luego de su personal lucha contra el Covid, fue cuando de verdad internalicé lo devastador y agotador que éste virus significa en la vida presente de esta humanidad que se desdibuja frente al mal que este virus ha venido a traernos.
Gracias a Dios a Luis lo tenemos de vuelta pero aún le queda un trayecto por recorrer, su recuperación apenas ahora empieza.
Ayer cuando hablamos, conmovido me manifestaba la tristeza interior de saber cuantos que estuvieron compartiendo esta enfermedad con él, habían perdido la batalla.
Hemos enterrado y sufrido con tantos que la muerte se ha convertido ya en una cotidianeidad que hay que saber manejar desde lo único que hace al hombre fuerte: Dios y la Fe.
No fue hasta ayer que un mar de sentimientos y angustias flotaron en mi ser para comprender toda la maldad que hay detrás de aquellos que lanzaron a la humanidad clase de arma mortal como este virus.
La experiencia familiar es la misma vivida por tantos, pues al mismo tiempo lo tuvieron otra hermana y sobrinos pero en otras escalas de agresividad. En resumen, culminamos con Luis una gama de experiencias de la variedad con que éste virus se presenta y que para mí es como una especie de un "ALIEN" que tú nunca sabes en qué ése monstruo se puede convertir, reproducir y qué se llevará de tú vida. Además sigue oculto hasta que de verdad podamos destruirlo y evitar su mortal acecho.
Tanta gente que agradecer por la solidaridad pero sobre todo por la fuerza de la oración y de la Fé que nos ayudó a sobrellevar familiarmente este caos de separaciones y angustias ante la incertidumbre de lo que significa tener este monstruo dentro de tú familia.
No hay duda que lo más poderoso que te ayuda a enfrentar esta realidad es sencillamente volver la mirada a Dios y a tú Fe, pues es ahí que está el verdadero asidero de fuerza y confianza para enfrentar lo que las circunstancias de vida te vuelven a enseñar pero con mayor intensidad. ¡Es con lo único que de verdad cuenta el hombre!
Se hacen vida misma las palabras del Evangelio, junto con sus Salmos y con toda la clara historia de amor y redención de ese Dios que está ahí a nuestro lado llevándonos, conduciéndonos en estas olas de tormenta en que se sumerge la humanidad entera.
Dios no tiene la culpa de todo este mal causado desde el corazón o mente perversa que lo crearon y le permitieron salir a la humanidad, pero está ahí a nuestro lado para volvernos a recordar que es Él el Camino de la Verdad y del Bien que debemos aspirar en la tierra. Sino podemos actuar desde Su bondad, Ejemplo y Misericordia, estamos contribuyendo al desvío de todo bien que estamos obligados a dar como seres humanos finitos que somos. ¡Así de sencillo!
Son verdades viejas y nuevas como el Evangelio pero son hoy la causa segura de poder volver a poner un poco de orden a tanto mal causado, a tanta injusticia desplegada, a tanta manipulación de los valores morales que deben regir al hombre y a tantos gobiernos que no hacen su trabajo con la mente y la responsabilidad puesta en el bien común sino que gobiernan desde su hambre de poder y ambición por llenar los bolsillos.
También agradezco infinitamente a Dios, pues se tuvo el cómo enfrentar todo esta necesidad medica y económica que a la vez es una realidad más dura vivida en nuestro País de desastre y caos que tenemos, pero que me permite afirmar el valor humano de tantos médicos y enfermeras que aún están aquí con nosotros luchando por la supervivencia y salud de sus hermanos y pacientes.
El caudal humano con el que se cuenta aún y de la capacidad brillante de nuestros galenos que se enfrentan a todo a pesar de las contrariedades y amenazas inmersas en este país, provocan en mi interior un solo rugido enorme de León que me hacen salir de esta alma luchadora que SÍ vale la pena decir:
¡QUE VALOR HUMANO DEL QUE ESTÁ HECHO EL VENEZOLANO!
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